Se sienta en la parte trasera del coche y me pide que conduzca, no me mira, ni siquiera me reconoce, sólo me pide que lo lleve lejos, que no le deje volver.
Hemos vivido en la parte equivocada del corazón y justo ahora nos damos cuenta. He empezado a fumar y le he robado unos cuantos cigarros de su pitillera, esa que lleva mi nombre. Ahora dice que no le gusta cuando el humo se mezcla en mi boca, que le recuerda a cuando no estabamos juntos y besaba otras bocas.
Me sigue pareciendo absurdo que no quiera besarme, que no quiera probar mi sabor. Ha cambiado y yo también, ahora fumo porque me recuerda a él y él cada vez se aleja más.
Claudia lleva semanas sin saber pronunciar mi nombre, no me llama en sueños y no sonríe cuando me ve. Quizá tendriamos que habernos ido, pillar un tren a ninguna parte, ser felices. Ahora fuma y me recuerda que yo, debería dejarlo, que no me gustan sus labios jugando con el humo, no me gusta perderla por un vicio que no sea yo.
Estamos en casa, nos miramos a los ojos y no nos reconocemos, la quiero, me vuelve loco y no podría alejarme nunca de ella, lo veo en ella también, en como le brillan los ojos cuando me mira, escucho como se le acelera el corazón cuando me acerco y no siento el sabor del cigarro cuando la beso.
Sonrío, lo estoy intentando, por él, eh dejado el último cigarro en su pitillera y espero que lo entienda, que lo único que me hace el humo es recordarme a él y en lo nervioso que se pone cuando esta cerca de mí. Que lo quiero y nunca lo dejaría ir.
Está sentada en la parte del conductor, me mira y me reconoce, le pido que me lleve lejos, que no nos deje volver.
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