Cuando llegaba a casa cogía un cigarro de su pitillera y se lo fumaba en la terraza. Me miraba, me sonreía y me lanzaba un beso desde el balcón.
Sonríe, como antes, vamos a coger un tren, escapémonos. Héctor sige repitiendo esas mismas palabras una y otra vez, pero nunca nos vamos, nunca cogemos un tren. He sonreído, lo he hecho dueño de mi risa, y le he respondido que sí. Todavía no tenemos nombres para nuestros futuros hijos pero seguimos con la promesa de viajar por todo el mundo.
Hemos vuelto a lo que éramos, a esa cervecería, le he invitado a la última y él no se ha equivocado de piernas, ha susurrado mi nombre y hemos bailado juntos en una cama de noventa. Estamos locos, el uno por el otro y un poco nosotros mismos, pero es la única forma que tenemos de querernos, es todo o nada y yo lo quiero todo con él.
Sige fumando, ahora fuma cuando llega a casa y me manda un beso desde la terraza, y yo, que tengo tendencia a enamorarme siempre de él, lo miro embobada mientras hace magia. Creo que sigo obsesionada con su forma de mirarme y llevarme a la luna, parece que no a pasado el tiempo, que siempre hemos estado aquí, en esta habitación, él fumando y yo mirándolo, queriendolo.
Sonríe, como antes. Vamos a coger un tren, escapémonos. Le sonrío, pero nunca nos vamos, seguimos aquí, yo invitandole a la última y él con su manía de llevarme a la luna.
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