martes, 9 de agosto de 2016

Lucía y Álex

Cuando ella bailaba el mundo se detenia y la miraba. Bailaba al compás de mis latidos, de mis arritmias, ponía en mi boca la palabra magia y se la dedicaba. Ella era el truco y un mago nunca lo rebela.

Sigo creiendo en las historias que mi abuela me contaba cuando era pequeña, donde el amor de tu vida te esperaba en la puerta de casa con un ramo de rosas y la sonrisa de alguien que ha conquistado el mundo.

Sigo sonriendo recordando la primera vez que Alex me trajo un ramo de margaritas a la puerta de casa, él, con tendencia a no creer en el amor sabía hasta qué flores eran mis favoritas. Después me invitó al cine, a comer palomitas y a cenar, y yo, solo podía pensar en sus arritmias y en lo bien que mis pasos combinaban con ellas.

Me llevó a un garito que conocía gracias a su mejor amiga y que ponía una música  increíble. Lucía queria bailar y yo verla hacer magia, bebimos nuestras cervezas en la parte mas oscura del bar, sus ojos brillaban por el alchol y me reflejaban en ellos. Ella, una chica con tiritas en el corazón, rota porque el amor de su vida se fue por la puerta trasera, ahora quería  bailar con mis arritmias.

Nos besamos, esa noche nos volvimos adictos a los besos, a los nuestros. Yo, un chico sin puta ida del amor y ella toda una experta, nos conocímos más esa noche. Descubrí que la historia de su abuela sobre el amor verdadero era cierta, y ella aprendió que se puede bailar con un corazón descompasado.

Cuando habla el mundo se para y se pone a escucharlo. Me regala la palabra magia sin saber que el mejor truco es él.

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